Las ambigüedades son propias del lenguaje y de la vida, pero su utilización inescrupulosa evoca épocas aciagas. Simone de Beauvoir -la filósofa de la libertad- considera que ser libre es querer la libertad de les demás. Pues la libertad debe ser pensada desde las relaciones humanas y sus individualidades. Si las interrelaciones son injustas no puede haber libertad. No obstante, la única libertad que impone el poder actual es la del mercado mientras prohíbe la libertad de gozar de los derechos básicos. En Para una moral de la ambigüedad, Simone analiza como las subjetividades, si bien tienen un modo de ser en el mundo separado entre ellas, logran al mismo tiempo estar interconectadas y sus libertades individuales pueden producir leyes justas para la comunidad en general, sin privilegios. Lejos estamos de ese ideal. Nos atrapó una maraña de fuerzas de la misma intensidad, pero impulsadas en sentido contrario. Fuerzas ciegas, sordas y mudas a las urgencias sociales. ¿Qué hacer desde el llano? Protestar constitucionalmente. Elevar el mentón, acomodar la postura y seguir deconstruyendo ambigüedades aunque sea necesario cortar calles.
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