Revisar el origen de la película La búsqueda de Martina permite detectar una serie de paradojas significativas. En ella se cuenta la historia de la mujer del título, integrante ficticia de Abuelas de Plaza de Mayo, cuya percepción comienza a verse afectada por los síntomas del Alzheimer. Lo primero que se constata, ya en los títulos iniciales, es que, a pesar del tema que aborda, vinculado a la historia y la identidad argentinas, se trata de una coproducción brasileño-uruguaya, realizada con apoyo de fondos públicos de ambos países. Es decir: no hay participación argentina en su esquema de producción, que no cuenta con inversores privados locales ni con el apoyo de los fomentos que hasta hace un año y medio istraba el Instituto del Cine.
Es cierto: en realidad no sorprende a nadie que la película no cuente con esos avales que hasta 2023 hacían posible la existencia del cine argentino. No solo por la decisión del gobierno de Javier Milei de vaciar el Incaa, volviéndolo un ente que sigue recaudando pero sin saber a qué se destinan dichos fondos, ya que durante su gestión el Instituto no ha apoyado de forma activa ni una sola producción. En ese sentido, puede considerarse al cine argentino casi como un desaparecido, sin que esta afirmación pretenda banalizar el término.
De hecho, las declaraciones de Carlos Pirovano, actual presidente del Incaa, avalan la analogía. Pirovano afirma que durante su gestión el Instituto subsidió a 270 películas, sin embargo nadie sabe cuáles son, porque no se estrenaron ni hay pruebas de que se estén produciendo. Así lo confirman todas las cámaras profesionales vinculadas a la industria cinematográfica. Incluso más, ni siquiera hay una lista que dé cuenta de cuáles son esas 270 películas supuestamente subsidiadas a las que se refiere el funcionario. Lo que equivale a decir que, por el momento, esas películas son una incógnita, no tienen entidad. No están.
Pero además, la temática representa todo lo que el mileísmo detesta y combate desde su reaccionaria batalla cultural. Esas películas que justamente buscan evitar que la memoria de los horrores vividos se desvanezca, como ocurre con la de Martina. Horrores que el actual gobierno se empeña en negar y combatir de las formas más abyectas. Por eso también resulta paradójico que La búsqueda de Martina haya resultado ganadora de la Competencia Latinoamericana del último Festival de Cine de Mar del Plata, el primero realizado durante la gestión de Milei. Un reconocimiento a todo lo que sus organizadores pretenden quitarle entidad. Dicho esto, nobleza obliga, también debe reconocerse que el Festival le dio a la película un espacio visible, condición sin la cual nunca hubiera sido premiada.
El aporte local lo realizan las actrices a cargo de los roles principales: Mercedes Morán, la protagonista; Adriana Aizemberg, su mejor amiga; y Cristina Banegas, una compañera de Abuelas. Si bien la idea de colocar en paralelo las dos memorias (la histórica y la del personaje) resulta un poco obvia, la película también se apunta algunos aciertos. Por un lado, la puesta en escena no comete excesos graves en el tratamiento de temas propensos a eso, como el Alzheimer y los desaparecidos. Por su parte, Morán aborda sin torpeza la condición neurológica del personaje, alcanzando picos conmovedores.
Por último, la película logra darle sentido a ese puro presente hacia el que Martina se desliza de a poco, marcando no solo el empecinamiento del personaje por abrazar un pasado que amenaza con ser borrado, sino llevando esa misma urgencia a los terrenos histórico y político.
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