DIVIDIDOS: PAREJA Y CIUDAD

“En cualquier teoría de los colores, el azul es el color de la separación, la desesperación, la soledad, y eso va de Goethe y los sufíes iraníes a las teorías japonesas. Pero no me interesan las teorías. Berlín es una ciudad donde muchas cosas son azules o amarillas. Y este contraste azul-amarillo es el contraste entre los dos departamentos que habita la esposa en la película. Vive en uno azul, donde hay separación, y en uno amarillo, donde recrea algo que le pertenece, como la esperanza, el futuro o lo que sea. Así que eso surgió de forma natural al observar la ciudad, el lugar donde rodábamos”. Las palabras de Andrzej Zulawski (1940-2016) remiten a la Berlín fría y algo desangelada de Possession, una visión que seguramente inspiró las escenas de exteriores de Suspiria, la particular remake del clásico de Dario Argento dirigida por Luca Guadagnino, que incluso utiliza la misma paleta de colores desaturados. Pero el drama, más allá de los planos que describen calles, edificios y locales, es de interiores. Lo que Mark sabe es que Anna tiene un amante, y que posiblemente ese vínculo secreto lleva un tiempo largo de existencia. Las discusiones no tardan en aparecer y la falta de decisión de la mujer exaspera al hombre, dispuesto a un distanciamiento si eso es lo que ella desea, aunque en lo más profundo de su ser desee exactamente lo contrario.

En la vida fuera de la pantalla, Andrzej Zulawski, el director de largometrajes como La tercera parte de la noche, Diabel, Lo importante es amar y La mujer pública venía de separarse de su esposa en términos poco amistosos. En declaraciones periodísticas confirmó en más de una ocasión que el film funcionó como una suerte de catarsis emocional. Claro que, como expresión artística extrema, ese concepto fue llevado a límites difíciles de encontrar en la vida real. “Possession nació de una experiencia totalmente privada”, declaró el realizador en una entrevista de 2012 con la revista especializada Film Comment. “Después de filmar Lo importante es amar volví a Polonia para traer a mi familia, que en aquel entonces eran mi mujer y mi hijo, a Francia. Tenía dos o tres propuestas interesantes para hacer grandes películas europeas. Pero al volver a Polonia vi exactamente lo mismo que Mark ve en Possession al abrir la puerta de su departamento: un niño abandonado en un piso vacío y desordenado y una mujer haciendo algo en otro lugar”.

A esa fatalidad de la vida privada del cineasta podría sumársele el desastre de su proyecto inmediatamente anterior: la superproducción de ciencia ficción Sobre el globo de plata. Invitado por el gobierno polaco a regresar al país luego del éxito de su film francés Lo importante es amar, Zulawski llegó a filmar gran parte de esa película, basada en una novela escrita por su tío-abuelo Jerzy Zulawski a comienzos del siglo XX, pero un cambio radical en los esquemas de financiación gubernamental detuvo el rodaje en 1978 y todo el material filmado fue confiscado (el realizador recién pudo terminar el montaje, luego de rodar algunas escenas extra, en 1988). Ese doble “fracaso”, artístico y personal, lo encontró en Berlín con un nuevo proyecto, la inclasificable Possession, “uno de los mejores films en los que tuve la suerte de participar”, según recuerda Sam Neill en su autobiografía Did I Ever Tell You This? A Memoir, publicada hace algunos años. Allí, el protagonista de películas como La última profecía, Jurassic Park y En la boca del miedo recuerda el particular método de trabajo del cineasta polaco. “El director era un loco y peligroso genio polaco. Un director apuesto, carismático y salvaje. No me gustaba mucho, y su manera de dirigir estaba cerca del bullying. Pero tenía una visión; era un verdadero cineasta. Y esos tipos suelen ser raros. Hay una escena en la cocina en la cual Mark (yo) le da un fuerte sopapo a Anna (Isabelle) en la cara. Debo decir que nunca le levanté la mano, por rabia u otra razón, a otro ser humano en mi vida. En las películas esas cosas se simulan. Pero no: Zulawski quería que fuese real. No puedo detallar lo angustiado que me puso la situación, y me negué. Pero Isabelle se acercó y me dijo ‘Sam, debes hacerlo’”.

No fue la escena más difícil para la joven actriz, que venía de participar en títulos como La vida de Adela H., de François Truffaut, y la versión de Nosferatu de Werner Herzog. Ya en soledad con sus fantasmas y todas las represiones superadas, Anna camina por una estación de subte desierta y sufre un ataque de ¿histeria? que compite de igual a igual con los efectos especiales de El exorcista. En una escena de más de tres minutos, filmada en una única toma que no tuvo repetición alguna, Adjani/Anna se retuerce, grita, golpea su cuerpo contra las paredes y el piso, escupe un extraño líquido y vuelve a gritar. A esa altura del relato ha abandonado tanto a su esposo como a su amante, un caballero seductor y practicante de las artes filosóficas y marciales a quien Mark confronta, antes de ser humillado y comenzar un proceso de descomposición emocional que lo lleva al límite de la depresión. Y allí, luego de una secuencia doméstica (¿acaso existe algo más doméstico que una cocina?) en la cual una picadora de carne y un cuchillo eléctrico muestran los dientes de la locura, comienza la guerra de los Roses. O la batalla de Kramer contra Kramer. O una versión aún más angustiante de Cromosoma 5, la película de David Cronenberg que Zulawski (tal vez sí, tal vez no) conocía previamente a la escritura del guion de Possession. El amante de Anna ya no es ese hombre de mundo un poco mayor que ella -pero que, sin embargo, todavía vive junto a su madre- sino una criatura lovecraftiana, tentacular y fálica, creada por el mismo especialista en efectos especiales que un año después le daría vida al entrañable E.T., el extraterrestre: el italiano Carlo Rambaldi.

LA BELLA Y EL BESTIA

Mientras Anna protege a ese ser monstruoso (¿Llegado de dónde? ¿Acaso surgido del interior de la heroína?), Mark conoce a la maestra de jardín de su hijo. Un calco exacto de su mujer, a excepción del peinado y unos ojos que del azul han virado al verde. Casi como un acto de infantil venganza, Mark inicia una relación con la joven, amén de un escarceo con una amiga de su esposa, interpretada por la alemana Margit Carstensen, una de las musas de R. W. Fassbinder y la inolvidable protagonista de Las lágrimas amargas de Petra von Kant. Respecto del eterno retorno del doble, el doppelgänger en estricto espíritu germano, Zulawski declaró en una entrevista realizada a finales de los años 90 que creía que “esa idea del doble acecha a la literatura. Va de Dostoievski al cine, tal vez porque permite visualizar los aspectos morales y no morales de las cosas. De hecho, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es el prototipo, aunque no se trate de dos personas que se convierten en algo, sino de una persona que se convierte en alguien completamente diferente. Toda la historia de Possession giraba en torno al monstruo que Rambaldi debía construir. El monstruo tenía varias etapas de desarrollo: primero, Anna lo expulsaba en la estación de metro; luego, esa misma sustancia tenía que estar en la bañera de su departamento, comenzando a tomar forma. Y cada vez que la ves, se asemeja cada vez más a una forma humana. Y ves que ella le va dando forma al marido, pero eso es algo muy difuso. Intenté darle vida a esa idea, que es fundamental para la película, pero no pude mostrarla exactamente como me hubiera gustado”.

“No hay nada en común entre las mujeres, excepto la menstruación”, le dice Anna a Mark, a pesar del extrañísimo parecido de la maestra jardinera, que con gusto comienza a ayudar al padre en el cuidado del niño. Así dadas las cosas, el relato de Possession avanza por zonas desconocidas e inesperadas, con ese viejo departamento haciendo las veces de improvisado útero y los cambios de un Mark cada vez más seguro de haber comprendido los anhelos e intenciones de su esposa. No hay surrealismo sin excesos, y las palabras de Isabelle Adjani décadas después del rodaje de Possession lo dejan en claro: “Este es el tipo de películas que sólo se pueden hacer cuando se es joven. Zulawski era un director que te sumergía en su mundo de oscuridad, lleno de demonios. Cuando se es joven no pasa nada, porque te emociona ir allí. Sus películas son muy especiales, pero se centran totalmente en las mujeres, como si fueran lirios. Fue una película increíble de hacer, pero me lastimé por dentro y por fuera. Fue emocionante. No me rompí ningún hueso, pero me preguntaba: ‘¿Cómo o por qué hice eso?’. No creo que ninguna otra actriz haya hecho dos películas con él”.

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