Nuevo exponente de la moda de reversionar grandes clásicos y éxitos del cine animado, pero con actores de verdad en la pantalla, la adaptación de Cómo entrenar a tu dragón se propone muchas cosas: reiventar la rueda no es una de ellas. Es que, bien lejos de otros remakes, que tomaron el riesgo de releer los originales e introducir variantes, ya sea para aggiornar el relato o simplemente narrarlo desde un punto de vista novedoso, esta vez los fanáticos encontrarán exactamente lo que van a buscar. Por supuesto, la película incluye decisiones inevitables desde lo comercial, como la conformación de un elenco multirracial que se ajusta menos a la representación de una aldea vikinga, donde transcurre la historia, que a la necesidad de crear arquetipos con los que pueda identificarse un público amplio. Pero más allá de eso, la nueva versión reproduce el original casi plano por plano.
Es cierto que esa decisión se podría interpretar como un rechazo abierto a la posibilidad de tomar riesgos. Un gesto conservador. Incluso la decisión de someterse con la cabeza gacha a la voluntad popular, que en general ha rechazado las adaptaciones que decidieron no tomar a las obras previas como un dogma. El caso reciente de Blancanieves, que se atrevió a una relectura en clave progresista, es el mejor ejemplo de cómo es posible hacer fracasar un éxito. Y eso que la película de 1937, basada en un cuento tradicional rescatado a comienzos del siglo XIX por los hermanos Grimm, ameritaba ser intervenido.
Sin embargo, el rumbo tomado en este caso representa una posibilidad que tampoco debe ser repudiada por su mero concepto, sino que, incluso más, es absolutamente válida. La película se propone respetar aquel universo, con sus características y sus propias reglas internas, para saciar el deseo de muchos espectadores de ver a sus personajes favoritos, pero ahora de carne y hueso. Incluso se aproxima al juego de volver a ver la misma película: ¿o acaso hay un ejercicio más lindo que el de volver a ver una y otra vez las películas favoritas? De hecho, este caso no es muy distinto al de Michael Haneke filmando dos veces Funny Games, la primera en Alemania con actores alemanes, la segunda en Estados Unidos con actores estadounidenses, sin cambiar (casi) ni una sola puesta de cámara. Y a nadie se le ocurriría calificar a Haneke de perezoso ni de conservador.
La cita es útil para mencionar que acá también el director es el mismo de la versión animada, Dean DeBlois, cuya ópera prima es la encantadora Lilo y Stitch (el original de 1997 y no, hablando del tema, la desabrida remake con actores que se estrenó hacé unas semanas). Pero además es quien dirigió todas las entregas de la saga Cómo entrenar a tu dragón, experiencia que le otorgó un grado de inmersión total en este universo, permitiéndole retomar con naturalidad todos los elementos del relato. Y se lo nota seguro, manejando con soltura la situación. Porque esta versión 2.0 vuelve a funcionar bien, mostrando un alto grado de eficacia tanto en la elección del elenco como en la recreación de los espacios y las criaturas míticas que los habitan, el desarrollo de las situaciones e, incluso, en la cadencia rítmica con que el relato se desenvuelve.
En resumen, no hay nada nuevo en Cómo entrenar a tu dragón 2025 y eso esta vez no es algo necesariamente malo. Para quienes ya vieron la primera, esta película resultará tan disfrutable como aquella. Y a quienes no la hayan visto tal vez hasta les de ganas de volver a casa y hacerlo.
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