El periodista y conductor de La Mañana, Víctor Hugo Morales, analizó la ironía de que el Gobierno de Javier Milei celebre con bombos y platillos una inflación del 1,5 por ciento, con el consumo en estado de guerra y los derechos por el piso, cuando los mismos ministros de su gabinete, 10 años atrás, cuando gobernaba Cristina Kirchner, denunciaban que estos mismos números eran el peor horror que podía atravesar un país.

El editorial de Víctor Hugo Morales

Hoy las tapas y los zócalos festejan la inflación. “¿Cómo subirían los precios si no hay un peso ni para morfar?”, me dijo el taxista. “Estoy doce horas acá, junto 70, 80 mil, voy al taller por cualquier cosa y me fajan 400”. “No entiende lo que festejan”, me dice, y yo le dejo el vuelto de propina, porque uno así no se encuentra fácil. Y le digo: “Yo tampoco, jefe. Tampoco lo comprendo”

Pero en realidad es porque ya no había tiempo. No había tiempo de explicar la consumación de la infamia. La estafa del 2015. La inflación de Kicillof en el mandato de CFK era atacada día por día y, como era muy baja, solo daban el acumulado para que sonara peor en los oídos de la gente.

Antes de comparar números, recordemos que la inflación de Kicillof en 2014 y 2015 sucedía en un estado de bienestar generado por CFK: el consumo de alimentos, vacaciones, autos y ropa era una fiesta. Casi pleno empleo.

Cinco millones de jubilados que ni habían soñado con eso. Fondo de Garantía de Sustentabilidad en cincuenta mil millones de dólares. Medicamentos gratis. Plan Procrear con cuotas que hoy son de diez mil pesos. La Asignación Universal por Hijo para cuatro millones.

El salario más alto de América y siempre arriba de la inflación. Los científicos retornando del norte como si resbalaran por el mapa. Sin tomar deuda, más bien pagándola y echando al FMI. La clase media triplicada, según el Banco Mundial.

Entonces, la inflación en diciembre del 2014 era de 1,48%. Febrero de 2015: 1,45%. Marzo: 1,66%. Junio de 2015: 1,35%. Septiembre de 2015, en medio de la locura opositora, cerquita de las elecciones: 1,66%. Menos de dos en noviembre. En diciembre empieza Macri y la triplica.

Siempre alrededor del dos, durante dos años de aciaga persecución. Por eso había que inventar que a Nisman lo mató CFK, y cuentas en el Caribe, y Kicillof quedándose con plata de YPF, y la Morsa, y toda la inmensa canallada de Magnetto.

Hoy celebran el 1,5 que en aquella época presentaban como un horror. “Alivio”, “éxito”, son palabras que chorrea la tinta roja y azul, y tapan la tapa del diario.

El consumo es de supervivencia. Los científicos se van. Los docentes y los médicos paran. Los obreros son echados como perros. Las máquinas están paradas. Las pymes cierran.

Y en medio de préstamos que están por alcanzar los treinta mil millones de dólares solo con Milei y Caputo, estos bandidos —y los internacionales y los de acá, todos bien representados por Amcham, para citar un ejemplo— celebran la vida. La de ellos. La de los verdaderos ladrones. La de los enemigos del pueblo.