Quién lo hubiera dicho. Parece increÃble, pero resulta que sir Christopher Lee âque con sus legendarias encarnaciones de Drácula habÃa hecho creer que era inmortalâ falleció el domingo pasado en un hospital de Chelsea, Londres, a los 93 años, debido a una complicación respiratoria. En plena era de las redes sociales, cuando las informaciones viajan a la velocidad de la luz, la noticia de su muerte, sin embargo, recién se conoció ayer, porque su viuda prefirió preservar su intimidad y avisar solamente a sus familiares más cercanos. O quizá porque eligió prolongar unos dÃas más su leyenda. 5x6i45
Pero sucede que Lee no fue solamente el Drácula más popular de la historia del cine, la clásica encarnación del personaje creado por Bram Stoker, un papel que âsegún sus propias palabras y después de una decena de encarnacionesâ terminó cansándolo y, de alguna manera, fue su propia maldición. En 67 años de carrera, Christopher Lee hizo entre 250 y 300 pelÃculas (la base de datos IMDb contabiliza 281) e interpretó la mayor galerÃa de villanos, monstruos y malditos de la historia del cine, desde su célebre Drácula de 1958 hasta la criatura de Frankenstein pasando por La Momia, RasputÃn y el temible asesino Francisco Scaramanga de 007 y el hombre con el revólver de oro, uno de los más temibles archienemigos contra los que le tocó enfrentarse a James Bond.
Durante décadas, su hogar fue el estudio Hammer, la âCasa del Terror británicoâ, un auténtico emblema cinéfilo, donde cultivó no sólo la más exquisita atmósfera gótica sino también su amistad con el otro gran villano de la productora, Peter Cushing. Juntos hicieron escuela y dejaron una marca indeleble no sólo en la historia del cine fantástico sino también en el imaginario popular de varias generaciones de espectadores, seducidos por esas mansiones lóbregas iluminadas apenas por candelabros, por esos pantanos neblinosos y por esas doncellas vaporosas a quienes nunca les faltaba dónde hincar los dientes.
Los más jóvenes, sin embargo, recordarán a Christopher Lee por el imponente Saruman de El Señor de los Anillos y El Hobbit que hizo para Peter Jackson, por sus apariciones en la saga de La guerra de las galaxias (como el diabólico Conde Dooku, que se batÃa a duelo de sables láser con el diminuto Yoda) y por las cinco pelÃculas para las cuales lo convocó Tim Burton, ya fuera poniendo sus casi dos metros de estatura al servicio del siniestro burgomaestre de La leyenda del jinete sin cabeza (1999), del lúgubre odontólogo, padre de Willy Wonka de Charlie y la fábrica de chocolate (2005) o simplemente su insondable, cavernosa voz para la animación de El cadáver de la novia (2005).
Su voz... Era decididamente inconfundible. Grave, profunda, elegante, Tanto que en sus comienzos âcomo él mismo lo recordaba en una entrevista que Página/12 le hizo en el Festival de Locarno apenas dos años atrásâ estuvo a punto de ser cantante de ópera en vez de actor: âFue a comienzos de los años â50, fui a presentarme a una audición a la ópera de Estocolmo, no recuerdo bien qué fue lo que canté, pero de pronto descubrà que detrás de mà tenÃa a un pequeño hombrecito, que me tomó del brazo amablemente y me preguntó qué pensaba hacer con mi voz. Lo reconocà inmediatamente: era Jussi Björling, conocido por entonces como el âCaruso nórdicoâ, un tenor famosÃsimo, de quien ustedes sin duda nunca escucharon hablar. Bueno, el asunto es que me convocó para el dÃa siguiente, a mà solo, sobre el escenario, para que cantara a capella: querÃa escuchar el sonido de mi voz desde la sala. Cuando terminé la prueba me preguntó qué hacÃa en ese momento. âSoy actor de cine, trabajo en la productora Rank, de Londresâ, le dije. âTonterÃas, usted ciertamente tiene una voz, tiene que usarlaâ, y me propuso quedarme en Estocolmo, para formarme como cantante. Pero por entonces yo no tenÃa dinero para costearme una pensión y esos estudios fuera de mi paÃs y seguà mi carrera de actor en mi paÃs.â
Nacido el 27 de mayo de 1922 en el distinguido barrio de Belgrave, en Londres, el joven Lee no tuvo inconvenientes en acercarse al cine, gracias a su altura y apostura. Luego de la Segunda Guerra Mundial, donde gracias a su facilidad para los idiomas sirvió como agente de inteligencia para la Royal Air Force (RAF), tuvo un pequeñÃsimo papel en el Hamlet (1948), de Laurence Olivier, donde también hacÃa sus primeras armas Peter Cushing. De allÃ, saltó a la incipiente televisión en vivo que por entonces experimentaba la BBC y le llevó casi una década volver al cine, esta vez convocado como protagonista, pero escondido tras la máscara de la temible criatura de La maldición de Frankenstein (1957), donde Cushing interpretaba al imprudente doctor del tÃtulo. Eso fue ya para la Hammer, donde desde entonces los amigos formaron dúos memorables, como Van Hesling y Drácula en el famoso Drácula (1958) o Banning y Kharis en La momia (1959), todas creaciones de ese gran director nunca suficientemente reconocido que fue Terence Fisher.
Tanto fue el éxito del Drácula original que Lee continuó calzándose los colmillos para la Hammer durante buena parte de los años â60 y â70. Pero en el Ãnterin, la compañÃa nunca dejó de convocarlo para otros protagónicos, como los de El sabueso de los Baskerville (1959), El castillo de la gorgona (1964) y El rostro de Fu Manchu (1965), que dio lugar a otra interminable saga a cargo del actor. Parece insólito, pero Lee logró âgracias a su talento antes que a su maquillajeâ hacer creÃble que ese inglés de pura cepa pudiera ser también, al mismo tiempo, un chino a todas luces abominable. Algunos de estos Fu Manchu los hizo para el rey español del cine de clase B, Jesús Franco. âCómo nos reÃamosâ, recordaba Lee. âTenÃa un talento increÃble, pero nunca un presupuesto decente. Asà que usaba constantemente el zoom para no enseñar mucho. Con más dinero hubiera llegado más lejos.â Y Franco, en un artÃculo del diario El PaÃs, en 2004, le retribuyó: âEs un gran actor y lo demuestra continuamente. Su personalidad, su voz de bajo de ópera, su juego lleno de humor, son un placer para los amantes del cineâ.
A su vez, con el catalán Pere Portabella, cineasta experimental y de culto que para los argentinos descubrió el Bafici 2006, Lee hizo dos pelÃculas, Umbracle (1970) y Vampir Cuadecuc (1971). âEra un hombre muy inteligenteâ, recordaba frente a Página/12. âAunque debo confesar que nunca entendà sus pelÃculas. No las puedo explicar. Lo único que sé es que eran muy antifranquistas, tanto que a Portabella le quitaron el pasaporte por hacerlas. Pero recuerdo que yo también cantaba en Umbracle y que tenÃa una escena (no sé si habrá quedado en la versión final) con el pintor Antoni Tà pies. En fin, hay que probar de todo en la vida.â
El problema siempre fue que, más allá de sus experiencias como escritor y cantante (incluso, en los últimos años, para grupos de heavy metal), casi nunca pudo probarse fuera de los papeles de monstruo o villano, como los de RasputÃn, el monje maldito (1966) o El monstruo de Londres (1970). En Hollywood, tuvo pequeñas participaciones cómicas en Locademia de policÃa y la sátira 1941 de Steven Spielberg, donde interpretaba a un oficial nazi. Y uno de sus últimos personajes de importancia se lo confió Martin Scorsese en La invención de Hugo Cabret (2011), donde asomaba como un adusto librero, antes de que de Tim Burton volviera a convocarlo nuevamente para sus Sombras tenebrosas (2012), junto a Johnny Depp. Lejos de estar retirado, Lee murió en plena actividad: estaba por rodar una pelÃcula junto a Uma Thurman, Connie Nielsen y Lena Olin. Sin duda, nadie podrá reemplazarlo. Era único.
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