Domingo, 27 de marzo de 2005
Fan > Un ensayista elige su pelÃcula favorita: Cenizas y diamantes, de Andrej Wajda por Horacio González 4d679
La muerte sublime 4m2c59
La obra de Wajda es inseparable de la historia de Polonia, una nación borrada del mapa del mundo durante ciento veinticinco años: fascista apenas seis años después de su renacimiento, obligada a luchar en 1939 en el campo de las democracias y rota por dos ocupaciones, la alemana y la soviética. Después de Kanal (1957), Cenizas y diamantes (1958) completa la trilogÃa de pelÃculas bélicas iniciada por el director con Una generación (1955), film que lo convirtió en la cabeza del nuevo cine polaco. Zbigniev Cybulski interpreta a un âdesesperadoâ de la Resistencia, papel por lo que se lo identificó con Maciek, el héroe dividido, irónico y perdido del Armia Krajowa. âResumÃa nuestra generaciónâ, dirá el cineasta del actor, ây se me parecÃa como un hermanoâ. Durante diez años, Cybulsky repitió este papel en todas sus pelÃculas. Con Wajda también actuó en Pokolenie y El amor a los viente años. Murió en 1967 al querer saltar de un tren en marcha. 6224n

Por Horacio González
Cenizas y diamantes, blanco y negro, fines de los â50. Estamos en Polonia, pocos dÃas después de la derrota de los nazis. Nacionalistas y comunistas luchan por los despojos nacionales. La pelÃcula de Andrej Wajda tiene un actor, Zbigniev Cybulski, que puede cotejarse con el mejor Bogart o el Belmondo de Sin aliento. Wajda habla de la desolación polÃtica, de tener que dar muerte a un hombre, del vacÃo pasmoso que se apodera del asesino. El asesino pasa a ser un hombre horrorizado, muerto él mismo por el peso de su acción, un exiliado de su misión polÃtica âque finalmente consumaâ a quien sólo le cabe descubrir lo que es la agonÃa amorosa.
Pocas veces se ha visto con tanta nocturnidad y lirismo (âcenizas y diamantesâ) la devastación de la conciencia polÃtica en el hombre armado. Wajda toma al militante nacionalista âel gran Cybulskiâ, lo rodea de los sÃmbolos rotos de la nación, lo pone frente a viejos sepulcros y poesÃas del alma irredenta de Polonia, lo hace comisionado de âla muerte sublimeâ, muertes rápidas, desechables, en nombre de una desesperada empresa de salvación. Y con todo eso asistimos a un examen de la conciencia polÃtica barroca, al escepticismo frente al inevitable sacrificio, a una religiosidad fatalista y a un oscuro erotismo.
El asesinato polÃtico, repentinamente, se transforma en un vacÃo metafÃsico y una cita polaca con reminiscencias sartreanas. âExistencialismo polacoâ: Cybulski parece salido de Las manos sucias. Pero es Wajda, no Sartre, el que busca en la arcaica poética martirológica de un paÃs desvencijado para encontrar el hilo de una lucha nacional que adquiere la forma moderna de un duelo entre nacionalistas y comunistas. Descubre la conciencia fenomenológica de lo que es un crimen en la historia y qué es la criminalidad polÃtica, con sus señuelos poéticos y su sueño redentor.
Cybulski muere demoradamente, payasescamante, enfundado en sábanas blancas colgadas en un descampado. Antes habÃa meditado sobre los caÃdos en la célebre escena del bar del hotel, que tantos copiaron o mencionaron. Cenizas y diamantes, quizás una pelÃcula argentina.
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